El FRACKING
El Shale gas, gas pizarra, gas de esquisto, o gas de las piedras, es uno de los hidrocarburos no convencionales extraídos con la técnica del fracking (fractura hidráulica o estimulación hidráulica), inyección a alta presión de agua, arena y productos químicos contra la rocas que rodean los pozos. Practicado el orificio se produce la inyección de miles de toneladas de agua a muy alta presión, mezclándolo con arena y aditivos para liberar el gas. Un tubo de acero recubierto de cemento evita que las más de 500 sustancias químicas, así como aquellas que contengan los estratos del mineral roto (metales pesados y radiactivos), pasen a los acuíferos.
El shale gas, es gas natural que está confinado entre grandes estratos de pizarra del subsuelo, y para extraerlo se aplica la técnica de “fracturación hidráulica”, mediante la inyección a alta presión de agua y arena (99.50%) y aditivos (0.50%) a gran profundidad, con el objeto de crear una red de microfracturas en determinadas zonas del subsuelo. La fuerza del agua provoca grietas en el núcleo de la roca y los granos de arena ayudan a mantener abiertas estas fisuras para que el gas pueda fluir.
Esta nueva realidad (fracturación hidráulica) y esta produciendo un cambio histórico en el mapa energético a nivel mundial, configurando una revolución en los hidrocarburos no convencionales, que han llevado a Estados Unidos a pasar de importador a exportador neto de gas. En menos de una década, la producción de petróleo se ha duplicado, de 5 millones a más de 10 millones de barriles diarios, gracias al desarrollo del fracking.
Como consecuencia, EEUU no solo ha vuelto a convertirse en un país exportador de crudo, sino que está destinado a liderar este mercado a nivel mundial. A este respecto, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala en su último boletín mensual que EEUU será el mayor productor mundial de petróleo en 2018 gracias al “extraordinario” crecimiento del crudo no convencional (shale), hasta el punto de superar a Arabia Saudí y Rusia.
La dependencia energética de España es altamente preocupante, habiendo llegado en 2017 al 76.10%, lo que supone casi cuatro puntos a la de 2016, según las estimaciones publicadas por la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA) en su ‘Estudio del Impacto Macroeconómico de las energías Renovables en España 2017’, dado que prácticamente todo el petróleo y el gas natural que se consume tiene que importarse.
El rechazo por Ayuntamientos y Comunidades Autónomas a la aplicación de esta técnica, ha conllevado al abandono de proyectos y consecuentemente a la posibilidad de aprovechar esta técnica y reducir las importaciones de petróleo del exterior. Por lo tanto, si no se consigue un muy importante crecimiento en las energías renovables que permitan reducir esta dependencia, el crecimiento del déficit comercial, y del grado de dependencia energética del exterior seguirá creciendo con las consiguientes consecuencias para el desarrollo de la economía española.