LA LEYENDA SOBRE LA APARICION DE LA VERA Y SANTA CRUZ DE CARAVACA
Según la Leyenda de la aparición de la Vera Cruz, en el año del Señor de 1231 ocurría un hecho prodigioso y que convirtió a Caravaca en escenario de un acontecimiento mágico de extraordinaria importancia, que habría de marcar para siempre a la ciudad y a sus habitantes. Cuenta la leyenda que, por esos días, el rey almohade Abu Zeyt, intrigado por saber en qué consistía el oficio de cura, pidió al sacerdote conquense Ginés Pérez Chirinos, a quien mantenía cautivo, que le mostrase cómo era el ritual de la misa cristiana.
Chirinos pidió al rey que le proporcionase todos los elementos necesarios para llevar a cabo una misa y el rey se los hizo entregar, pero al iniciar la Santa Misa, el cura se percata, alarmado, de que había olvidado lo fundamental: la Cruz, que había de representar la presencia del Señor en el altar. Chirinos, le manifiesta al rey que falta la Cruz y por tanto no puede celebrarla. Dice la leyenda que Abu Zeyt le dice: “¿Es eso lo que me pides?”, mirando al cielo y señalando a unos ángeles que entraban por la ventana portando en sus manos la Cruz que el cura Chirinos había pedido al rey, celebró la misa y tras la cual Abu Zeyt y toda su familia se convirtieron al cristianismo.
La orden militar de los Templarios quedó establecida en Caravaca en el siglo XIII, constituyendo una importante bailía en la que hizo su aparición la Vera Cruz, siendo seguramente esta institución la iniciadora del referido culto, no siendo descartable la posibilidad de cierto trasiego entre componentes de la Orden y bailías o encomiendas de la Corona de Aragón, la de Castilla y el propio reino de Murcia, portando de hombre a hombre y de territorio a territorio el naciente culto a la Santísima y Vera Cruz, lo que evidentemente contribuyo a la mayor presencia de peregrinos a la Real Capilla de la Vera Cruz de Caravaca (hoy Basílica Menor).
Está plenamente constatado el desplazamiento de peregrinos desde partes lejanas hasta Caravaca, entonces tierra de frontera con el Islam. Un culto a la Santísima y Vera Cruz que fue creciendo, y a su vez las peregrinaciones, siendo la Orden del Temple, custodios del Camino y fundadores y difusores, a la vez que guardianes del culto a la Santa y Vera Cruz de Caravaca.
Entre los muchos testimonios que así lo acreditan, podemos relatar el hecho acaecido en 1363, cuando una vecina de Molina de Segura, dejaba en su testamento, que se mandase un maravedí a la Vera Cruz de Caravaca. La aparición en 1384, del ritual del Baño del Agua, al que se le atribuían poderes milagrosos frente a adversidades de ámbito natural y frente a enfermedades, solo viene a consolidar el culto y de la atracción que, cada vez más, ejerce la Santísima y Vera Cruz.
La donación del Maestre don Lorenzo Suárez de Figueroa, en su peregrinación a Caravaca en 1390, confirma la divulgación del culto a la Santísima y Vera Cruz en los ámbitos de la Orden de Santiago, o al menos en su provincia de Castilla. La propia inscripción, “Domini Laurentii Çuareii de Figueroa Cruce Tecam Precepii Veri Notuum” (“Don Lorenzo Suárez de Figueroa mandó hacer esta caja para la denominada Vera Cruz”). El más alto cargo de la Orden de Santiago, con esta obra confirma el tal alto aprecio y la gran veneración que tenia al lignum crucis de Caravaca.
Las Bulas del Papa Clemente VII (1378-1394), desde Avignon, a favor de la Capilla de la Santa Cruz de Caravaca, explicitan de forma clara y concisa la implantación de ese culto, no solamente en la zona, sino en otros lugares de España, así como de la existencia de peregrinaciones, a través de los pocos caminos y rutas existentes en la época, principalmente utilizando los mismos caminos que recorría la Orden del Temple para comunicarse entre sus bailías, a la vez que a través de sus freyres y religiosos, se convertían en un magnífico agente de difusión.
Igualmente resalta el hecho del establecimiento del culto a la Vera Cruz y de peregrinaciones importantes a su capilla: «...y que a la Capilla de la Santa Cruz de dicho real Castillo concurre gran multitud de los mismos fieles, que vienen de lejanas partes, por los grandes milagros que ha obrado, y todos los días obra la divina clemencia, principalmente librando a los fieles de Cristo cautivos por los sarracenos.».
Confirmando que ya a finales del siglo XIV el culto a la Vera Cruz había adquirido una notable expansión en el ámbito cristiano (« ...concurre gran multitud de los mismos fieles, que vienen de lejanas partes…»), convirtiéndose su capilla en santuario de peregrinación, en una época eminentemente teocéntrica como lo era la Baja Edad Media, teniendo como eje fundamental un fragmento de la Cruz de Cristo que, según se afirmaba en la época, había obrado milagros. Además el Pontífice hace expreso su deseo de que la Capilla se fortalezca como centro de peregrinación y de recepción de limosnas, teniendo como pilares fundamentales a la Orden de Santiago y a órdenes religiosas tales como jesuitas, franciscanos y carmelitas.
En 1696 está constatado y documentado el bautismo, en Caravaca, de una hija de peregrinos, que habría de adoptar el nombre de María de la Cruz, procedentes de la ciudad de Estella, en Navarra, y que a su vez habían visitado los santuarios de Monserrat y Santiago de Compostela. Y lo que parece lógico es que ellos no fueran ni los primeros ni los únicos en la historia, sino que más bien seguirían una tradición cristiana, seguramente de siglos, ligada a la devoción existente en torno a estos santuarios, que originó movimientos de peregrinación y de interconexión entre los mismos.
En la etapa de oro española, Caravaca experimentó un gran crecimiento y prosperidad y acá vinieron a fundar conventos diversas órdenes religiosas. Frailes jerónimos, franciscanos y principalmente jesuitas se instalaron a la sombra de la Santa y Vera Cruz. Estos frecuentemente enviados a misiones, a la vez que eclesiásticos, civiles y militares, partieron de Caravaca a diversas partes del mundo. Desde California a Tierra de fuego en Sudamérica es conocida la Cruz de Caravaca. Los jesuitas, por su parte, la reprodujeron en algunas de las famosas Reducciones del Paraguay, y así está precisamente en la gran misión de San Miguel (Río Grande do Sul. Brasil), presidiendo la plaza.
La ciudad de Caravaca de la Cruz, es una de las cinco Ciudades Santas del mundo, junto a Roma, Jerusalén, Santiago de Compostela y Santo Toribio de Liébana. La concesión por parte de la Santa Sede de Roma a la Basílica-Santuario para celebrar el año jubilar cada siete años, a partir de 2003, no solo nos llena de satisfacción, sino que nos obliga a rememorar su realidad histórica y a recuperar el viejo Camino de la Vera Cruz desde los Pirineos hasta la Ciudad Santa de Caravaca.