Durante doscientos cincuenta y nueve años, del 572 al 831, Oriola fue la capital del Reino de Tudmir, que comprendía el norte de la actual Almería, Murcia, Alicante y más de la mitad de Albacete, incluyendo su capital. La sede episcopal estaba en Begastri (Cehegín), situada al noroeste de la Civitate. En todas las crónicas árabes, incluso después de desaparecido Tudmir como reino, se denomina a esta región “país” por conformar una unidad histórica y geográfica indisoluble. La Civitate de Aurariola, reino de Tudmir y por último Cora de Tudmir, perdió su capitalidad el año 831, cuando terminada la nueva ciudad de Mursiya, construida por Teodomiro (825, Abd al Rahman II la nombro capital de la cora de Tudmir) (Ver el libro de Miguel Barcala Candel. AURARIOLA. El reino de Tudmir).
La configuración territorial de la Cora de Tudmir y el Reino musulmán de Murcia, formado a la caída del califato, tiene una base eminentemente natural que, a grandes rasgos, se corresponde con la cuenca hidrográfica del Segura, desde el valle de Almanzora por el sur, al de Vinalopó, por el norte: el Sureste Español.
Prácticamente este mismo territorio configurará el Reino de Murcia (Ángel Luis Molina en la Historia de un Reino. En el reino de Murcia hoy. Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Murcia 1996). En el momento en que se produce su incorporación a la Corona de Castilla en 1243. Pero las diferencias entre Castilla y Aragón arrastraron al Reino de Murcia a una situación inestable, modificando su territorio en razón a los acuerdos de cada momento. En 1713 el Reino de Murcia se agrupaba en tres esferas jurisdiccionales: realengos, señoríos y lugares de ordenes.
En Realengos se incluían: ciudad de Murcia, ciudad de Cartagena, Fuente Álamo, Mazarrón, ciudad de Lorca, Hellín, Tobarra, Albacete, Fuensanta, la Gineta, la Roda, ciudad de Chinchilla, Fortuna, Sax, Almansa y Ciudad de Villena. En órdenes: de Santiago -Cieza, Moratalla, Caravaca, Liétor, Férez, Letur, Socovos, Lorquí, Villanueva, Ulea, Ojós, Ricote, Blanca, Abarán, Totana-Aledo, Pliego y Bullas-; de San Juan -Calasparra y Archena-; de Calatrava –Abanilla-. Y los Señoríos de, Duque de Montalvo: Alhama, Librilla, Mula y Molina, y de Marques de Albudeite: Albudeite.
En la división provincial de 1833, llevada a cabo por Javier de Burgos, no se tuvo en cuenta ninguna razón histórica, sino el que todas las provincias tuvieran una población en torno a los 400.000 habitantes, a fin de que todas estuviesen representadas en las Cortes por ocho diputados. Una situación que permaneció hasta la configuración del Estado de las Autonomías, en la que Albacete se incluye en la Comunidad de Castilla–La Mancha. Obviando una realidad socioeconómica que históricamente ha unido a estos territorios, conformando un área común de desarrollo con complementariedades económicas y sociales, coincidencias culturales, al igual que debilidades y, singularmente, la escasez de agua.
El Sureste está conformado por las provincias del extremo sudoriental de la Península Ibérica: Albacete, Alicante, Almería y Murcia, que han mantenido desde siempre fuertes vínculos económicos, culturales y comerciales propios de sus relaciones de vecindad, así como hay comarcas naturales que comprenden el espacio político de varias provincias como es el caso de la Vega del Río Segura y las zonas de Cieza-Hellín o las de Lorca y Huércal-Overa.
Estos vínculos de vecindad culturales, comerciales y geográficos han determinado un modelo socioeconómico con muchos elementos comunes, que se han visto alterados, al menos en su integración política, por la configuración del Estado de las Autonomías.